Al ayunar nos estamos obligando a depender de Dios, nos volvemos sensibles espiritualmente y honramos a nuestro Señor con cuerpo y alma, es decir, nos volvemos pobres en espíritu.
El ser pobres en Espíritu nos permite reconocer nuestra necesidad desesperada de Dios y su gracia. Esto nos da la oportunidad de saber que para alcanzar el propósito para el que fuimos creados (lo que debemos ser y hacer), necesitamos la ayuda y guianza del Señor.
El ayuno de Daniel es un período de abstinencia de algunos alimentos y algunas cosas que nos pueden contaminar espiritualmente con el propósito de enfocarnos en Dios y escuchar su voz. Nosotros ayunamos para sintonizarnos con la voz de Dios y permitir que Él nos hable.
Por eso, nos apartamos voluntariamente de lo que nos gusta o cause placer con tal de enfocarnos en el Señor. Recuerda que el Secreto del ayuno de Daniel es proponértelo en el corazón, es decir, hacer un pacto al entrar de que quieres seguir al Señor en lo que comas, bebes y hagas.
En el Ayuno de Daniel, básicamente nos abstenemos de alimentos de origen animal y procesados, azúcares refinados y bebidas cafeinadas y solo consumimos alimentos de origen vegetal. Eso es la versión básica del ayuno.
Si quieres entrar en comunicación con el Señor, puedes preguntarle: “Señor, ¿habrá otra cosa que debo ayunar?”.
Puede ser que Dios te llame a ayunar redes sociales, plataformas de streaming o algo que está ocupando demasiado lugar en tu corazón y que por tres semanas tú digas: “Padre, esto ya me está ocupando mucho tiempo, mucho de mis ilusiones y por eso, lo voy a evitar durante este tiempo para concentrarme en ti”. Así que prescindimos de alimentos de origen animal, pero también prescindimos de aquello que el Señor nos pide y es así como verás el respaldo del Señor.
Si Dios te ha guiado a hacer un ayuno lucha para no romperlo prematuramente. Ora antes de entrar en el ayuno pidiendo fuerzas a Dios. Los beneficios del ayuno son incalculables por eso es común que haya trabas, dificultades y desánimo.